Así que Santa tendría que empezar con Australia, Japón y países cercanos y continuar hacia el Oeste y para así poder entregar los regalos en la misma noche.
Partieron. Luego de unas semanas en Canarias, tomaron la ruta hacia el oeste. El viaje ya duraba semanas y no se veía sino mar, sin la menor señal de tierra.
Evidente mente, habían formado otro remolino hacia el norte, que, según podía observar, era muy fuerte pero no estaba en mi rumbo, que era hacia el oeste.
Sucedió tal y como lo había previsto, pues, apenas la corriente se puso hacia el oeste, los vi meterse en sus canoas y alejarse con la ayuda de sus remos.
Pero alguno giró inesperadamente hacia el oeste, escapando a la defensa antiaérea de Kiev y, golpeando en una ciudad donde sus habitantes no están tan habituados a salir corriendo al refugio.